Jesús no separa nunca «proclamación del Reino» y «acción sanadora». Al contrario, son dos componentes que integran el contenido de su única acción evangelizadora. «Proclamación del Reino» y «sanación» aparecen siempre en estrecha conexión en los «sumarios» donde se resume la actuación de Jesús: «Recorría toda Galilea ... proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo» (Mt 4,23; 9,35, Lc 6,18, etc.).
Por eso, al confiar a sus discípulos la misión de anunciar el Reino de Dios, Jesús les invita a promover la sanación como horizonte, cauce y contenido significativo de la acción evangelizadora. Así lo formula Lucas: «Cuando entréis en una ciudad, sanad a los enfermos que haya en ella y decid: Ya os está llegando el Reinado de Dios» (Lc 10,8-9).
Esta es siempre la tarea: entrar en la sociedad, sanar lo que hay en ella de enfermo y, desde esa acción sanadora, proclamar a un Dios Salvador.
Anuncio misionero y tarea sanadora son parte de una misma dinámica que ha de abrir camino al Reinado de Dios entre los hombres. Promover el Reino exige y lleva consigo la tarea de liberar al ser humano de las fuerzas del mal potenciando una vida sana y saludable. «Los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar» (Lc 9,2; conf. Lc 10,9). «Y proclamad que el Reino de Dios está cerca. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis, dadlo gratis» (Mt 10, 7-8). Una comunidad cristiana fiel a Jesús no puede proclamar la salvación de Dios descuidando la tarea sanadora.
Es sabido que el término sózein utilizado frecuentemente en los evangelios significa indistintamente «sanar» y «salvar» (Me 10,52; Lc 7,50; etc.)
La salvación de Dios ofrecida como salud
Podemos decir que Jesucristo es el anuncio y el ofrecimiento de la salvación de Dios bajo forma de salud. Este es un dato fundamental que determina toda su acción evangelizadora y del que ha de arrancar nuestra reflexión.
Toda la actuación de Jesús queda resumida en la memoria de la primera comunidad de esta manera: «Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hch. 10,38).
La presencia de Jesús, el mensaje que anuncia, los gestos que realiza están orientados a promover vida y salud.
Esta acción sanadora de Jesús no es algo secundario sino el rasgo que mejor caracteriza al Enviado de Dios.
Esta acción sanadora de Jesús no es algo secundario sino el rasgo que mejor caracteriza al Enviado de Dios.
Cuando el Bautista pregunta por el Cristo, sólo recibe esta respuesta: «Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Noticia» (Mt. 11,2).
Las curaciones que Jesús opera a nivel físico, sicológico o espiritual son el símbolo más expresivo, la parábola más gráfica de la salvación que Jesús aporta, la experiencia donde mejor se condensa e ilumina el sentido de toda su acción salvadora.
Por eso, Jesús no realiza curaciones de manera arbitraria o por puro sensacionalismo, sino como una actividad que conduce a los enfermos, los humillados, los abatidos a experimentar la salud como Buena Noticia de la salvación de Dios.
Pero no hemos de pensar sólo en las curaciones. Es toda la actuación de Jesús la que promueve salud integral: su condena de los mecanismos inhumanos, discriminatorios y destructivos de la sociedad judía, su resistencia y rebeldía contra tantos comportamientos patológicos de raíz religiosa, su lucha por crear una convivencia más solidaria y fraterna, su ofrecimiento del perdón reconciliador de Dios que libera a las gentes de la culpabilidad y la ruptura interior, su ternura hacia los maltratados por la vida o la sociedad, su ayuda para recuperar un corazón más limpio y atento al Espíritu de Dios, su llamada a liberarse del miedo y la inseguridad para vivir desde una confianza absoluta en el Padre.
Pero no hemos de pensar sólo en las curaciones. Es toda la actuación de Jesús la que promueve salud integral: su condena de los mecanismos inhumanos, discriminatorios y destructivos de la sociedad judía, su resistencia y rebeldía contra tantos comportamientos patológicos de raíz religiosa, su lucha por crear una convivencia más solidaria y fraterna, su ofrecimiento del perdón reconciliador de Dios que libera a las gentes de la culpabilidad y la ruptura interior, su ternura hacia los maltratados por la vida o la sociedad, su ayuda para recuperar un corazón más limpio y atento al Espíritu de Dios, su llamada a liberarse del miedo y la inseguridad para vivir desde una confianza absoluta en el Padre.
En realidad, las tradiciones evangélicas nos describen a Jesús como alguien que pone en marcha un profundo proceso de sanación tanto individual como social: «El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvarlo que estaba perdido»
Es significativo observar que Jesús entiende su acción evangelizadora y su llamada a la conversión como una acción sanadora: «No necesitan médico los sanos sino los que están mal. Yo no he venido a llamar a la conversión a justos sino a pecadores» (Lc 5, 31-32 = Mc 2, 17 y Mt 9, 12-13). Convertirse a Dios, acoger el Evangelio de Jesucristo, entrar en el Reino es ponerse en camino hacia una verdadera salud; iniciar la sanación de nuestro ser, entrar por una vía que conduce al despliegue y la maduración sana de la persona
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
XIII semana de teología pastoral
Organizada por el Instituto Superior de Pastoral de la Universidad Pontificia de Salamanca
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
XIII semana de teología pastoral
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