Yo creo en la homeostasis, un concepto de la medicina occidental según el cual existen mecanismos de retorno al equilibrio cuando las funciones psicológicas de alejan del punto de equilibrio. Para que el organismo alcance este estado, hace falta que cada órgano funcione en una “zona” determinada. Un ejemplo, los riñones filtran la sangre, pero si el sodio que queda está demasiado concentrado o demasiado diluido, entonces nada funciona. Entonces, para que los riñones hagan bien esta tarea, es preciso que todos los demás órganos y glándulas del organismo funcionen bien, el páncreas, el intestino, el hipotálamo, etc. Esto es la homeostasis. Pero ......¡el Qi es lo mismo!
Es una energía que regula el conjunto de las funciones, cada órgano depende de ella y contribuye a ella. Hablar de Qi es decir que no se puede resumir la salud a la función de un órgano. No hay un científico que niegue esto. Los occidentales creen que inventaron algo con el concepto de homeostasis, pero no hay nada nuevo respecto a la función energética de la que hablan los chinos desde hace 5.000 años.
La clave de la medicina del siglo XXI será el vínculo entre el cuerpo y el espíritu, según el psiquiatra francés David Servan-Schreiber, para quien es necesario tratar bien al cuerpo y tratarlo en profundidad para que nos permita seguir viviendo. Esta sabiduría está siendo recuperada por la medicina porque la ciencia demuestra que esto funciona. Por eso es posible curar la ansiedad y la depresión sin medicamentos. Coherencia cardiaca, movimiento de los ojos, el amanecer, la acupuntura, los Omega-3, el deporte y la comunicación emocional, son los nuevos senderos de la medicina. Los medicamentos quedan como último recurso
La medicina ha dado un mal paso con los antibióticos, el mayor descubrimiento médico de todos los tiempos. Estos medicamentos son fantásticos, ya que funcionan independientemente de la condición física del paciente, su alimentación, su cronobiología o sus relaciones afectivas. Y se ha creído que todo el resto de la medicina moderna debía funcionar de la misma forma. Pero no es así. Cuando alguien padece una enfermedad cardiaca, se realizan intervenciones muy sofisticadas que retiran los obstáculos de las arterias, pero eso no cambia en nada la enfermedad cardiaca. Se ha creído que porque se podían curar las crisis agudas, se conocía todo sobre la medicina. Pero no es así. Hace falta tratar bien al cuerpo y tratarlo en profundidad para que nos permita seguir viviendo. Esta sabiduría se está recuperando. Y lo novedoso es que ahora tenemos a la ciencia para demostrar que esto funciona.
Sólo utilizo métodos validados por resultados científicos. No he llegado a la medicina alternativa por un rechazo de la ciencia. He pasado veinte años estudiando la medicina y las ciencias neurocognitivas, a enseñarlas, a dirigir un centro de investigación en Estados Unidos. Esta es mi cultura. Sin embargo, me he dado cuenta de que hay técnicas tradicionales que funcionan muy bien, pero de las que no se habla simplemente porque no hay intereses económicos detrás. No hay patentes para los Omega-3, la respiración, las agujas de acupuntura. Nadie está interesado en promocionarlas. No estoy a favor ni en contra de las medicinas alternativas. Estoy a favor de la medicina que funciona, con los menores efectos secundarios posibles. ¡Todos los médicos buscamos esto!
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